LA BARCA SIN PESCADOR

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La silla de San Pedro está vacante y las sandalias del pescador vacías. La barca cuyo primer timonel fue San Pedro, está a la espera de alguien que la gobierne.

Ciento quince purpurados serán los encargados de sugerir o votar al representante de Dios en la tierra, los que superen los 80 años no podrán votar pero sí ser elegidos. La mismísima capilla Sixtina acogerá las deliberaciones y las pinturas de Miguel Ángel recogerán todo lo que allí se diga… pero no lo que allí se piense o se pacte. Serán las voces y sus ecos, pero no las manipulaciones ni las ideologías, porque si es difícil entrar en la mente de cualquiera de nosotros, resulta imposible penetrar en el pensamiento de un místico, cuajado de experiencia estratégica y reconvertido en decisorio elector.

Esta vez los cardenales, según Lombardi, portavoz vaticano, no tienen prisa por encontrar al pescador de almas. Son diversos los motivos, algunos pretenden aclarar lo del escándalo Vatileak; de sus documentos queda mucho por desvelar. Intrigas y artimañas dignas de la Edad Media, se esconden entre sus secretos. Lombardi ha comentado en el editorial semanal de Radio Vaticano que: “Hay quienes buscan aprovecharse del momento de sorpresa y desorientación para sembrar confusión y echar descrédito a la Iglesia a través de la maledicencia, la desinformación y la calumnia”. Y no se refiere a elementos externos de la curia y del Vaticano.

Por otro lado, se da la terrible circunstancia de que no todo está claro entre los purpurados. Una docena de ellos están involucrados e imputados, bien por acción, bien por omisión, es decir por complicidad, en los casos de pederastia tan numerosos e indecentes en la Iglesia católica. Muchos de ellos han olvidado lo que representan, cegados por sus vicios, codicia o impiedad. Un vídeo del Santo Padre en una de sus visitas nos demuestra la arrogancia y la falta de la más mínima ética cristiana de algunos de sus cardenales. Benedicto, envejecido y cansado, trata de extenderles su mano y algunos panzudos soberbios le rechazan el gesto, incapaces de entender lo que es la caridad; indignos de calzar algún día las sandalias del pescador.

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