REGRESO DE VACACIONES…LARGAS
No quise alejarme pero, en ocasiones, la distancia predispone para mayores logros o,al menos, para empezar más descansado:
Empiezo sugeriendo un par de artículos que he escrito en «Otro Mundo»:
Tripalium
Ahora que consideramos al trabajo como un bien y un derecho de los ciudadanos y por el cual tanta gente dio su vida, el capitalismo cagón, enamorado del enriquecimiento fácil y la explotación de las gentes, nos niega hasta este elemental derecho o tratan de convencernos de que la rentabilidad está por encima del bienestar del ciudadano.
Convendría recordarles a los especuladores que el esfuerzo físico o intelectual no es una panacea, pero sí está considerado como el medio honrado y digno de ganarse la vida. Etimológicamente la palabra trabajar viene del latín tripalium (tres palos). Ni más ni menos que el nombre del yugo hecho con tres (tri) palos (palium), donde se inmovilizaba a los esclavos mientras se les azotaba o si lo prefieren deriva de tripaliare, es decir: torturar. Posteriormente se utilizó trebajo, que podría traducirse como sufrimiento o sacrificio.
Pero con el tiempo estos sufrimientos y sacrificios fueron la bandera que levantó con orgullo la clase trabajadora. Por tanto, así como la cristiandad adoptó para su icono la cruz que atormentó al Cristo, los trabajadores del mundo podrían elegir como imagen el denodado tripalium.
Mientras escribo estas reflexiones miles de mineros -siempre irrisorios para Esperanza Aguirre – han tomado a Madrid, exigiendo su puesto de trabajo. ¿Creen ustedes que les encanta bajar cada día a la mina y jugarse vida y salud? Sin embargo exigen su modo de existencia y sustento, convierten su tripalium, en un derecho, aunque a sus explotadores les suene a raro.
Y mientras sonaba el “Santa Bárbara bendita”, el presidente del gobierno anunciaba más palos para el tripalium de funcionarios, parados, cuidadores y todo el que se mueve o trabaja. Amén de una subida del IVA, que por supuesto no afectará a las dietas de los componentes del Consejo del Poder Judicial, de los directivos de la banca y de los políticos, porque no pagan ellos.
Tuve la paciencia de seguir todo el debate por televisión. Al principio me asombré de la nutrida asistencia; no solamente todos los diputados estaban presentes, también los senadores querían presenciar y escuchar las palabras de Rajoy desde los lugares de invitados. Reconozco que, ante tan inusual asistencia, albergué la esperanza de que el presidente anunciara, además de las medidas de corte y confección para los sufridos trabajadores, cinco puntos vitales para ayudar a la crisis:
•Persecución implacable y efectiva de defraudadores y malversadores.
•Devolución inmediata de las cantidades ilegalmente sustraídas por financieros, directivos, políticos y miembros de la realeza.
•Reducción del 50% del sueldo de los diputados y asesores varios.
•Anulación de la totalidad del sueldo de los senadores. Revisión y actualización de las funciones del Senado.
•Eliminación de las diputaciones provinciales y cesión de sus funcionarios a otras administraciones y cesando a los políticos.
Pero no hubo nada de eso. Muy al contrario, Rajoy fue desgranando, una a una la serie de medidas que, según él, son absolutamente necesarias. A cada lectura, sus diputados irrumpían en aplausos: “Supresión de la paga de Navidad…”, ¡bravo, bravo! “Regreso a su puesto de trabajo de los liberados sindicales…” ¡A trabajar, a trabajar!, gritaban, sus señorías. Y así hasta terminar la lista. Sí los senadores del Grupo Popular fuesen más cultos hubiesen gritado: ¡tripalium, tripalium! Y no en su acepción actual de trabajo, si no en la romana.
Creí que mi asombro e indignación habían llegado al límite, pero todavía no estaba todo consumado. Después de la intervención del líder de la oposición y mientras intervenía Cayo Lara, sus señorías empezaron a removerse en sus asientos y en pocos minutos el hemiciclo quedó casi vacío. Tanto fue el escándalo, que el presidente de la Cámara, interrumpió al ponente y espetó a los diputados: “Por favor, guarden silencio o vayan a charlar al bar”. Así lo hicieron la mayoría de presentes, y una de dos, o hay una terrible epidemia de cistitis y prostatitis entre sus señorías o en realidad les importa un bledo la situación social. Tal vez iban a celebrar que a ellos no les tocaban el sueldo ni las prebendas.
Hay cruces que nos tocan llevar en estos difíciles tiempos, pero tal vez a los verdaderos culpables habría que atarlos al yugo del tripalium… y no me refiero a darles un buen trabajo.