TE BUSCO…

TE BUSCO. . .

Busco en ti:
A la viajera de las noches eternas
A la soñadora del mar de la luna
A la compañera de cada jornada.
Sueño en ti:
Casi cada noche y todas las mañanas
Entre las palabras del mejor poema
El segundo antes de encontrar la calma.

Pienso en ti:
Cuando no estás cerca, aunque estás en mi alma
Cuando anochece y no estás en casa
Cuando hay tormenta y no llevas paraguas.


Me pierdo en ti:
Con cada velo que cae de tu cuerpo
En la sutil mirada que invita al deseo
En el jardín secreto que esconde tu cara.
Amo en ti:
Todo lo que eres y a todo lo que cantas
Tu consuelo tierno cuando algo nos falla
El beso en los labios de miel y esperanza.
Vivo en ti:
Compartiendo versos, el pan y el mañana
Al sentir tu cuerpo fundido en el mío
Al ver en tus ojos destellos de amada.

Sin pretender ser sombra, ni fiscal, ni dueño:
Te amo, te vivo, te pienso y te sueño.
Y cada madrugada te busco y me pierdo;
me pierdo en ti, amada.
Sólo en ti me pierdo.

EN EL HORIZONTE DE MI PARABRISAS

La distancia más larga entre dos cuerpos es la ausencia.

Es un camino tan largo como la nostalgia mía.

Una serpe de humo y ruedas,

la carne con la que se nutre la autopista.

En el horizonte de mi parabrisas,

busco la causa del desasosiego,

el porqué siento el corazón herido;

la razón última de mi desconsuelo.

Rápido acelerar que me conduce

más cerca del mar y al mismo tiempo,

me aleja de ti.

¡Ay amor, de este amor nuestro!

Percibo sangre en el ocaso rojo,

es el sol que se va con desparpajo:

“Ya cumplí por hoy, hasta mañana

si es que el mañana existe, compañero.”

A cada kilómetro que de ti me alejo

y me adentro en el atardecer mediterráneo,

más siento la ausencia, más desespero;

voy a la libertad, encadenado.

¡Ay del corazón cuando está falto!

Te quedas en el centro de la Tierra,

en el inalcanzable  espacio de un espacio,

y yo, como velero en Tramontana,

me alejo a ciento veinte de tu entraña.

La distancia se torna en imposible.

– Aunque es posible amar en la distancia –

La mar queda tan cerca, vida mía,

como lejos está tu boca amante.

Mientras recorro el andar de la autopista

pienso en tu última mirada,

aquella expresión de amar amante,

transparente, clara, enamorada.

¿Puede un corazón caber entero

en el instante feliz de una mirada?

Y acelero con rabia, aun sabiendo,

que cada giro de las cuatro ruedas,

me lleva de ti un poco más lejos.

Y es que eres un jardín lleno de flores,

asentado en la tierra, fresco y firme;

lleno de rincones y secretos,

pero, por desgracia, con un dueño.

Y yo soy un marino atormentado,

sin barco, sin velas y sin viento,

que un día se enamoró – no me arrepiento –

de un jardín de rosas, tierra adentro.

Y es tan grande la ausencia que ahora siento,

tanta la sed que sólo apagan besos,

que aunque partí hace apenas tres minutos,

ya te echo, mi amor, todo de menos.

¡Ay de la razón, frente a tus besos!

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